Hola a todas las personas que llegan por aquí. Comparto este relato que nos habla de la ACTITUD frente a la práctica y a la vida cotidiana. Deseo que siempre sea mayo en vuestros jardines.
Era mayo otra vez en el jardín del señor Yahasaky, que preparaba un té después de haber regado y limpiado sus plantas sentado al borde del pequeño estanque que decoraba el centro del patio interior de la humilde casa en la que el viejo vivía solo desde que murió su esposa.
Estaba esperando a su nieto, que venía a visitarle desde la ciudad para pasar el día con él. Hacía ya varios meses que no le veía, pues el joven se encontraba muy atareado en los últimos tiempos y sus quehaceres y múltiples responsabilidades habían hecho imposible el contacto con el abuelo, por lo que estos momentos previos a la llegada del muchacho gozaban de la alegría y la imaginación en alza que Yahasaky siempre había tenido.
Cuando por fin llegó Kudu, ambos hombres se sentaron a disfrutar del té y la conversación a la sombra del porche, con el jardín a su lado y arropados por el aroma con el que todas la flores impregnaban el aire, recogiendo en sus rostros la ganas que tenían por volver a verse y sentirse cerca.
Pronto Yahasaky pudo ver que Kudu parecía bañando por una larga capa de tristeza que no dejaba ver en el chico la armonía anterior de los días pasados. Parecía atrapado en sus infiernos:
–Verdaderamente mi vida se ha convertido en un torrente de desesperanza- comenzó Kudu. El trabajo en la fábrica se ha vuelto insoportable abuelo. Llego cada día a casa sin ganas de esperar al siguiente, y mis noches se han transformado en un torrente de imágenes que impiden mi sueño. No veo más allá de lo que mañana seguirá ocurriendo y siento un dolor inmenso.
El viejo miró a su nieto con los ojos en calma y cogió su mano para acercarse juntos al pequeño estanque, donde se sentaron en el banco de piedra que presidía el lugar. Allí, el abuelo, tras recuperar el aliento por el leve paseo, le habló así a Kudu:
–Kudu,- le dijo- observa esa flor de loto que impera ahí en el estanque; en ese estanque que para ella es un gran lago; en ese lago que para la ranas que lo habitan es todo un mar; en ese mar que para los insectos que lo sobrevuelan es todo un océano… en ese océano que para mí es un universo.
Esa flor de loto creció con dolor, Kudu, y lo hizo como tú, sintiendo ese dolor de manera profunda y amarga. Pero decidió no sufrir; decidió no prolongarlo cada día y llevarlo dentro de ella misma. Aceptó que el dolor era inevitable e incluso necesario, pero tuvo claro que podría liberarse del sufrimiento, pues éste no es más que la prolongación de un artificio. De esa manera, querido Kudu, la flor se pudo convertir en la maravilla que hoy podemos contemplar delante nuestro.
Kudu, observando el milagro que ante él se desplegaba, miró a su abuelo lleno de amor y le dijo:
-Gracias abuelo, ahora sé porque siempre es mayo en tu jardín.
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