Mingjue es conexión

Me encontraba en el tren rumbo a Cuenca desde Málaga. Iba placenteramente disfrutando de ajustar el texto de un libro en mi portátil, conectada a la red y sin percatarme de cierto murmullo que comenzaba a crecer en el vagón 12. El tren y el tiempo se habían ralentizado hasta detenerse por completo. De pronto escuché, Es en toda España y Portugal y el sur de Francia… Sonreí, me abordó una sensación de irrealidad. Miré mi teléfono, aún funcionaba internet. Al rato la tripulación confirmó la noticia, estábamos detenidos sin saber hasta cuándo.
Mi caso fue el de tantas y tantas personas que quedamos cinco horas o más en «la vía», nunca mejor dicho, en medio del campo, a sólo 13 km de Ciudad Real. Todos pensábamos que no era para tanto. ¡Había vivido tantos apagones en mi pequeño país! Incluso había vivido sin luz durante meses en aquellos veranos de playas naturales y recónditas.

En el tren iba aumentando suavemente la temperatura, pero todo el mundo mantenía la calma. Incluso la inquietud de algún niño, los resoplidos de alguna adulta, estaban teñidos de sonrisas, chistes y ocurrencias diversas. Aunque las ventanas nos guiñaban la desesperanza de poderse abrir, llegué a pensar que estaba en el mejor lugar del mundo… La tripulación trató de abrir las puertas pero sólo lo consiguió después de casi dos horas de encierro. Mientras, comenzaba a faltarnos el aire y el calor aumentaba considerablemente. Así nacieron los abanicos. Primero, la madre plegó el pasaje de tren, haciéndolos como cuando el cole. Luego sus hijos comenzaron a hacer más. Una joven tomó una caja de cartón vaya a saber de dónde y multiplicó los abanicos. Los niños se encargaron de recorrer los otros vagones, repartiéndolos.

Cuando la tripulación consiguió abrir la puerta, un buen señor quiso organizar turnos para que todos pudiéramos respirar aire fresco. Pero parecía que nadie necesitaba que le organizaran, todo seguía en calma. Las personas circulaban en su vagón, usaban los baños con cuidado y hablaban de modo bastante natural. El hombre de gorra que nos había querido organizar, parecía haber sido experto en algo y planteaba alguna hipótesis aunque nadie le prestaba demasiada atención. Él tampoco escuchaba las hipótesis de otros. Se le veía concentrado en sus cálculos, dándose la razón todo el tiempo. Una pareja italiana calculaba si llegarían a su vuelo nocturno a Abu Dhabi. Otra pareja, argentina, se mantenían sonrientes.

La tripulación pasó pidiendo paciencia y explicando que aunque trataban de comunicarse y enviar la ubicación, no era tan sencillo dar con alguien que tuviera conexión. La Interventora venía con su botellita de agua, ofreciéndola. Miré sonriendo mi botellita impresa con la caligrafía Hùn Yuán Líng Tōng, del Dr. Pang Ming, que estaba a medias… No suelo viajar con agua, n n n. También llevaba una caja de dátiles que me había regalado Lorien, la abrí y los repartí en mi vagón. Cuando me comí uno, recordé vagamente el cuento sufí de Mushkil Gushá que me había contado una amiga en Uruguay cuando apenas tenía 19 años. Mushkil Gushá, ¡el disipador de dificultades!, ahora mismo lo acabo de escuchar.

¿Quieres escucharlo? AQUÍ.

Más tarde, viendo que no había perspectivas de que el tren se moviera, la tripulación decidió colocar las escaleras de emergencia para permitir a la gente bajar a respirar y a estirar las piernas y todo lo demás. Los baños del tren se iban saturando y la gente tenía sus necesidades.

Nos habíamos detenido totalmente a las 12:32 y conseguimos bajar varias horas después. El día estaba precioso, la temperatura muy agradable, había mucho sol y estábamos frente a un campo sembrado, atravesado por una línea de amapolas muy extensa, que se balanceaba con la brisa suave. Podíamos al fin movernos, conversar con la gente y eso hacía más llevadera la espera. Junto a la vía había un pájaro muerto al que algún niño rodeó con un círculo de piedras. Un señor de acento gallego explicó que era una abubilla. Recordé que las había visto en China, en el jardín del Centro del maestro Jianshe, pero nunca las había visto en España.

Cuatro pasajeros custodiaban la bajada y subida al tren. De pronto, vi como un padre voluminoso de espaldas y de abdomen, llevaba en brazos a su diminuta bebita –casi desnuda– intentando bajar del tren. La escalera era algo estrecha, difícil. Cuando el padre se tambaleó todos contuvimos el aliento. Enseguida uno de los hombres que esperaba abajo, extendió sus brazos y el padre le entregó a la niña con un gesto inseguro. Fue tan amoroso, femenino y certero el gesto de quien la recibió, que durante unos segundos muchos sonreímos.

En este sin tiempo-espacio viajábamos personas de muchas nacionalidades y varios perros de familia que se prestaban a ser acariciados. De vez en cuando se escuchaba algún ladrido o gruñido ante alguna invasión territorial.

Aquél niño flacucho e inquieto, no paraba de partir ramas y tirar los trozos hacia el barranco. La niña morena que pisaba la correa de su cachorro, muy seria, tiraba las piedras de la vía hacia el alambrado que encerraba a la vía, al tren y a todos. De vez en vez sonaba un clang… ¡Niña, para de tirar piedras que abajo pasa gente!

Desde la plenitud del sol, acudíamos a refugiarnos bajo un trocito de sombra de algunas nobles encinas. Había quienes lo hacían bajo la larga sombra de los postes de cableado que, pocas horas antes, dieron vida al tren.

Detenerse, mirar, llenarse de cielo azul. Kong lan lai li… respirar sin respirar en mingmen… Volver a caminar de un lado a otro sin pasar más allá del largo tren. Bajar hacia el verde y encontrar la valla. De pronto, llega y pasa la idea de que estamos igual que los animales enjaulados. Sonrisa, n n n… Por instantes vienen imágenes de tanta gente que está atrapada en guerras que, nadie de quienes están a su lado decidió…Genocidios, desplazamientos, campos de refugiados, hombres, familias o mujeres perseguidas tan sólo por serlo. Sonreír n n n… mantenerme en el momento, en el campo de consciencia, conectada a la totalidad.

Las personas nos íbamos encontrando, conversando y silenciándonos. n n n

De pronto un coche de la Guardia Civil atravesando campo del otro lado de la valla coronada de alambres de púas. Hablan con los tripulantes lejos del tren. Aunque no habían grandes cambios, algo empezaba a moverse. Llegaron dos coches más y la noticia de que Protección Civil que era quienes tenían que ayudarnos, no podían entrar con su ambulancia por el estrecho camino del campo de labranza. A ellos también les había llegado bastante tarde la información del tren detenido y es que había varios trenes en nuestra misma vía y en otras direcciones y en todo el país. Cada tren llevaba entre 300 y 400 personas. Solo estoy hablando de esta pequeña parte de España. En otras partes, gente atrapada en los metros, ascensores, teleféricos, carreteras, autovías, parkings… Sonrisa n n n… Había mucha gente aislada sin siquiera poder enviar avisos de SOS, sin internet ni batería en el móvil.

Después de cinco horas, Protección Civil pudo entrar y decidió llevarnos hasta el inútil aeropuerto de Ciudad Real donde al menos podríamos beber agua y acceder a baños en mejor estado. Debíamos caminar 1 km con las maletas o dejarlas en el tren con la esperanza de juntarnos con ellas algún día. Éramos unas 300 personas. Mayores, enfermos o familias con bebés, serían transportadas en vehículos. El campo se veía muy hermoso, el cielo muy azul. En el sitio nos esperaban con agua que racionaban con cuidado. Completé mi pequeña botella n n n de agua sonriente y caminé hacia donde aún quedaba algún asiento.
Pasados unos pocos minutos comenzó un movimiento allá en la entrada. La familia con la bebé estaba cerca de mí y nos movimos, viendo que habían dos autobuses y según decían llegarían más para llevarnos a la estación de tren de Ciudad Real. Fui la última en subir al primer bus, el campo mingjue, totalmente integrado.

Sobre las siete llegamos a la estación, la incertidumbre continuaba, no había perspectivas de conseguir viajar a alguna parte, seguíamos sin luz. Viví la experiencia muy intensa de estar en el campo de Qi, de consciencia y fundamentalmente, estar tranquila en paz y confiada, aportando humildemente mi estado y expandiendo el campo a toda la gente. Vi a tantas personas apoyando a otras que sentía que todas eran mis maestras.

Tomé la decisión de alojarme en un hotel. Había que moverse rápido. Mi sensación en ese momento era que mi Yiyuanti, en estado estable Mingjue, se abría al abanico de posibilidades, para escoger una, e ir sin distracciones, directo en esa dirección. Esto hizo que aparecieran «ayudantes», un señor, Miguel, que buscaba alojamiento, dos jóvenes, uno de ellos, Adrián, tenía internet. Su tren había quedado a 60km de Ciudad Real. Decidieron salir caminando por la carretera y los recogió un camión que los acercó a la ciudad. Adrián compartió la red con Miguel que reservó dos habitaciones. Los cuatro fuimos en el mismo taxi –no eran fáciles de conseguir–, el taxista se compadeció de nosotros. Con Miguel, mi nuevo amigo, fuimos a un super que tenía equipo electrógeno y conseguimos lo justo para hacer, en mi caso, después del dátil que fue mi almuerzo, la tercera comida del día. En el súper no quedaban velas ni pilas y tantas otras cosas que se habían agotado. Miguel caminaba despacio y siempre del lado de afuera de la acera. Recordé que alguien me había contado que era una costumbre protectora muy antigua en los hombres de España. En el hotel no había luz, pero tenía aún mucha carga en mi laptop para completar la del móvil, ducharme con agua fría y sentarme a cenar con el crepúsculo. Esa noche pude descansar en una habitación decente, pero muchísima gente tuvo que dormir en polideportivos en colchonetas o sentados en las estaciones.

Desperté muy temprano y aún no había luz ni internet, así que seguí durmiendo hasta las 8:00. Me duché nuevamente con agua aún más fría. Por la mañana me despedí de Miguel. Alguien dijo que no había trenes, así que me abrí a las posibilidades y tuve que tomar una nueva decisión. Me iría caminando a la estación de tren que quedaba más cerca que la de autobuses. Salí del hotel sin hacer el pago, pues seguían sin luz. Eché a caminar aún sin internet… Vi alguna gente en el camino hablando por sus móviles, ¿por qué el mío no funcionaba? Llegué a la estación de tren justo cuando la Interventora, ya casi de la familia, organizaba la salida de su tren, el mismo, hacia Madrid. n n n… Hao la! Hùn Yuán Líng Tōng! Fue toda una conexión del campo de qi, el campo universal y el campo de conciencia unificados para que sucedieran las cosas de modo perfecto. En el tren una mujer sonriente tomó mi teléfono y cambió la configuración. Lo apagué y volví a encender y pude comunicarme ya con la familia de Cuenca, la de Málaga y la de los grupos, que mandaban continuamente buena información.

Al llegar a Madrid aún quedaban desafíos. Atocha estaba llena de gente con rostros cansados. La interventora me aconsejó moverme otra estación para viajar a Cuenca. Tomé la decisión con claridad, y elegí el tren de las 12:30, sin saber si iba a poder abordarlo o no. El panorama al llegar era bastante caótico. Había muchísima gente que había pasado la noche en la estación y que esperaban también regresar a sus casas. Salió un tren en la misma dirección, antes que el mío, y vi cómo bastante gente quedó sin poder subir. Cuando llegó la hora, primero dejaban subir a quienes tenían el pasaje del día y luego a quienes estábamos del día anterior. En este tren entramos todos y salimos con una hora de retraso.

Desde mi salida de Málaga en el tren de las 10:30H del día 28 de abril, llegué a Cuenca a las 14:30 del 29.
Doy gracias a mi práctica consecuente, a todo lo que la hace posible y a la hermosa comunidad que me acompaña, a la Comunidad de Consciencia Mundial de Totalidad Despierta, a esta poderosa Ciencia del Qi, Zhineng Qigong Mingjue Gongfu con la que estamos creando una nueva humanidad.

Creo que he sido muy afortunada por esta conexión que me trajo de una forma tan rápida a casa, en medio de un trastorno tan inmenso. Hay tantos detalles tan claros y tan precisos en cada acontecer de nuestras vidas y tantas simultaneidades que intuimos… Gratitud.

Muchas personas estaban sencillamente en estado de paz o apoyando a otras en ese estado.
Todo fue muy conmovedor, incluso el individualismo de aquel joven rubio norteamericano, impecable y con sus zapatos de gamuza manchados de barro, quien ocupó con su maleta el asiento a su lado.. Y al que tuve que pedir permiso para sentarme. El joven estaba en shock.

L@s niñ@s, en su mayoría, vivieron todo como un juego

Ya en casa. n n n mingjue es imprescindible


Descubre más desde Hùn Yuán Líng Tōng

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.


3 respuestas a “Mingjue es conexión

Replica a AnYue Cancelar la respuesta